El Crimen De Tamara

Retrato de un joven asesino

Lo Qué lo llevó a este universitario a tramar el crimen de Tamara (8). El asesino presentó problemas por la separación de sus padres. Su madre le pedía que se acerque a Dios, pero él respondía que “Dios no existe”.

La historia de Max Egúsquiza Lafora (18) y Leslie Caballero Villanueva (20), autores intelectuales y materiales del secuestro y asesinato de Tamara Valeri Soto Caballero (8), se empezó a escribir a inicios de este año en las aulas de la Universidad  Privada San Pedro de Chimbote (Ancash), donde ambos estudiaban inglés.

El amor entre ellos nació a primera vista. Ella, una agraciada estudiante del quinto ciclo de derecho de la Universidad San Martín de Porres de Lima, llegó a la ciudad porteña a pasar vacaciones con sus tíos, Raquel Caballero Domínguez y Julio Soto Melgar, padre de la niña asesinada.

Max, quien cursaba el segundo año de medicina en la institución chimbotana, fue el anfitrión de la joven foránea. Incluso, según sus compañeros de estudio, él se propuso conquistarla. Por eso fue tan caballero de invitarla a pasear por el malecón el primer día que se conocieron.

Así nació el romance entre ambos muchachos, de vidas similarmente marcadas por la amargura que los empujó, seguramente, a refugiarse en el consuelo mutuo. Max Egúsquiza proviene de un hogar desintegrado, donde las discusiones y gritos entres sus padres  -actualmente divorciados- Isaac Egúsquiza, un laboratorista, y su madre Ecma Lafora Dulanto, una técnica en obstetricia, eran como  el pan de cada día allá en su natal Casma.

Paradójicamente,  a Leslie Caballero también le tocó asimilar la misma experiencia: su padre Washington Caballero Domínguez, un oficial del Ejército Peruano, se terminó por alejar de su madre cuando ella era aún adolescente.

Y es así que ambos se criaron frente a la ausencia del hombre de la casa. Sin embargo, nunca nadie notó que detrás de sus jóvenes rostros se ocultaban mentes perturbadas, quizás producto de lo que les tocó vivir. Nada hacía pensar que la tierna pareja sería capaz de tra-mar un hecho ilícito (el plagio  de Tamara), capaz de asemejarse al mejor libreto de una película de terror. En Chimbote todos se han quedado con una enorme interro-gante: ¿qué empujó a dos estu-diantes universitarios, aparentemente normales, a cometer semejante atrocidad?

¿Todo por amor?

La versión que Leslie ofreció a la Sección de Investigación Criminal (Seincri) revela que todo lo hizo por amor a Max y a la presión que él ejercía sobre ella. “Haz algo para que pueda seguir estudiando. Tengo que pagar la universidad y mi papá no tiene plata porque está lleno de deudas”, le repetía. Y a ella no le importó sacrificar a su prima, con tal de ver sonreír al hombre que amaba.

Lesly no dudó en secuestrar a Tamara el pasado domingo 8 de marzo, ni vaciló cuando Max llamó a Julio para exigir el pago de 70 mil soles a cambio de la libertad de su hija. Tampoco le importó ir llorando a la Seincri para denunciar que la pequeña había sido plagiada mientras paseaban en el malecón. Sin embargo, todo fue planeado por el estudiante de medicina.

Días antes del secuestro, Max convenció a su enamorada de empeñar un telescopio a cambio de mil soles, a fin de comprobar que la familia tuviera dinero.

Además, de antemano conocía que Raquel Caballero se dedicaba a realizar préstamos y que Julio Soto tenía un negocio de cabinas de Internet y una empresa de mantenimiento de lanchas. Así vio en ellos la solución de sus dificultades monetarias, pero también la manera más sencilla de satisfacer sus más bajos instintos.

Un asesinato absurdo

“En mis 28 años de policía es la primera vez que escucho a una persona narrar cómo mató a una criatura con total frialdad”, sostuvo un detective a cargo del caso.

Y es que el asesinato de Tamara resulta absurdo. El autor sostiene que la estranguló porque la víctima lo reconoció, pero, según la policía, la menor estaba inconsciente bajo los estragos de las tres pastillas de Alprazolam que sus raptores le hicieron ingerir disuelto con jugo.   Además, según las fuentes policiales, el asesinato se consumó a pocas horas del secuestro.

Lo que es mucho más grave es que el estudiante universitario extorsionó y cobró 17 mil soles a los padres de la menor, cuando ya estaba muerta y ya había arrojado su cuerpo a un costado de la carretera Panamericana Norte, muy cerca de su casa.

Además, el muchacho continuó con su vida normal. Derrochó dinero en un billar, se compró un celular de última generación, pagó sus deudas y se dio el lujo de prestar dinero sabiendo que los tíos de su enamorada sufrían por la desaparición de su hija.
Max se ha centrado en mentira tras mentira. Dice que parte del dinero obtenido ilícitamente también lo utilizaría en hacer abortar a su enamorada. Los cierto es que los agentes de la Seincri aseguran que la chica tuvo una menstruación normal y no presentó síntomas de embarazo.

“Era un chico normal”

La República conversó con algunos estudiantes de medicina de la Universidad San Pedro de Chimbote que compartieron aulas con Max Egúsquiza, y ellos sostuvieron que están realmente sorprendidos por lo sucedido. “Max era totalmente normal. Nunca tuvo problemas con nadie y era superjovial, un pata como cualquiera de nosotros”, afirmó uno de ellos.

Marco Cueva Benavides, profesor principal de la Facultad de Medicina, tuvo al asesino de Tamara como alumno, y sostiene que este era un estudiante sin problemas aparentes. “Era un estudiante promedio. Un poco callado y poco participativo en clases, pero nunca fue violento con sus compañeros. Aunque sí supe que cuando se le hizo un test psicológico se detectó que tenía problemas por la separación de sus padres”, aseguró.

La madre de Max, Edma Lafora, conversó con este medio y brindó algunos detalles de la personalidad de su hijo. “Yo le decía, hijito, acércate a Dios, pero me respondía que Él no existía. Me decía que las cosas no habían sido hechas por el Señor, sino de otra manera”, refiere la mujer, quien se solidarizó con la familia de Tamara.

“No puedo entender qué pasó por la mente de Max. No encuentro explicación a lo que hizo. Tengo hijos pequeños de mi segundo compromiso, y él los adoraba, los paseaba y jugaba con ellos, por eso no se puede decir que odiaba a los niños”, agregó.
Edma sostiene que su hijo ingresó a la universidad directamente por las buenas notas que obtenía en la academia y que desde el colegio le gustaba la música tocando todo tipo de instrumentos.

“Lo que sí me parece es que mi hijo me está ocultando algo más. Creo que su enamorada influyó en él para cometer el secuestro. Él me insiste en que ella está embarazada y necesitaba el dinero para hacerla abortar. Tuvo demasiada presión, pero, claro, eso no justifica nada. Su padre también lo presionaba para que estudie medicina a pesar de que sabe que esa carrera es cara y estaba con deudas”, añadió.

Claves

Diablo. “¿Maxito, angelito o diablito?”, era lo que solía colocar el asesino como nick en su messenger. También dijo: “No soy Dios, soy el diablo”.

Hi 5. En su Hi 5, Max aparece besando a una chica que no es Leslie. La también autora del crimen de Tamara ni siquiera sale registrada entre los amigos del  joven universitario.

Mensajes. En el mismo espacio de Internet, mucha gente indignada por el asesinato de la niña de ocho años ha calificado de “asesino, rata inmunda, psicópata y lacra humana” a Max, y ha solicitado con otros vituperios su retiro de la página.

“Leslie era como nuestra hija”

“Es difícil creer que por un poco de dinero se haya matado a una inocente persona que no tenía la culpa de nada. Más aún, me es difícil aceptar que es mi sobrina, a la que cobijé en mi casa y a la que quería como a una hija, la causante de toda esta desgracia”, expresa Raquel Caballero, madre de la fallecida Tamara y tía de Leslie, quien no dudó en pedir la pena máxima (cadena perpetua) para su sobrina y también para su enamorado.

“Por ahora no quiero ni ver a mi sobrina. No sé cómo reaccionaría. En estos momentos, para mí ella no existe, y si tuviera que retroceder el tiempo, preferiría no haberla conocido”, añade la madre de Tamara mientras ingresa al cuarto de su hija, el cual está adornado por gran cantidad de juguetes, peluches y muñecas.

Julio Soto Melgar, padre de la víctima, dice que este hecho ha provocado que tanto él como su esposa desconfíen de todos. “Leslie sacó a pasear en bicicleta a mi hija y luego no regresó con ella porque la había entregado a ese maldito. Si fue un familiar el que hizo eso, ya te imaginarás que ahora no confiamos en nadie. Solo nos queda cuidar a nuestro segundo hijo de 6 años de todos”, dice tras indicar que está pensando irse de Chimbote por unos meses junto a su familia.

Fuente: La República, edición impresa.